El
día 1 de Noviembre, festividad de Todos los Santos de 1755, la tierra tembló produciéndose
el tristemente célebre Terremoto de Lisboa.
Este
violento seísmo tuvo su epicentro en la falla Azores-Gibraltar, a 37º de
latitud Norte y 10º de longitud Oeste. Afectó intensamente a Portugal y al sur
de España. Alcanzó una intensidad máxima de X y sus efectos resultaron
desastrosos ya que, aparte del terremoto en sí, que destruyó la mayoría de los
edificios lisboetas, se produjo como consecuencia un devastador incendio que
arrasó la capital portuguesa y un maremoto que azotó las costas atlánticas de
toda la Península.
Hacia
las 9 horas y 20 minutos de aquella mañana, el suelo tembló durante seis
minutos y volvió a temblar dos veces más hasta un total de 17; la tierra se
abrió en zanjas enormes; las velas produjeron incendios por toda la ciudad; los
supervivientes bajaron hacia la
Baixa , junto al Tajo, buscando refugio en los barcos. Un par
de horas después, un maremoto con olas de entre 6 y 20 metros dejó a la vista
el lecho del río e inundó la parte baja de la ciudad matando a muchos de los
que se habían salvado.
Fredric Christian Sternleuw, un marino sueco, definió aquello como
"...el acontecimiento más trágico que hayan contemplado ojos
humanos...". Lo explicó así: "...Unas horas antes de que la tierra se
abriera, comenzó el mar a crecer con rapidez increíble. La mayor parte de los
barcos se desprendió de las anclas y quedó a la deriva. Finalmente, el mar
subió de tal modo que muchos barcos fueron arrastrados hasta tierra...".
El
maremoto posterior destruyó numerosas poblaciones del Algarve y afectó
gravemente a las costas de Marruecos, Huelva y Cádiz. Sólo en Ayamonte murieron
1.000 personas; en Cádiz el mar rompió las murallas, invadió la población tres
veces y ocasionó numerosas víctimas. Conil fue destruida, Sanlúcar de
Barrameda, El Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera sufrieron
víctimas y desperfectos.
Este
fatídico y desastroso terremoto-maremoto dio origen a la fundación de la
Real Isla de La Higuerita hoy Isla
Cristina.
A
principios de siglo XVIII la barra de arena de “la Tuta ”, era apta para atraque
y desembarco de mercancías, sardina y el atún principalmente por ello la llegada de pescadores temporeros desde Levante
español, que se fueron estableciendo en la zona en forma de colonias de
actividad estival agrupadas por sus lugares de origen. El terremoto de Lisboa
de 1755, que afecto notablemente a la zona, fue el detonante para definir un
punto convenientemente protegido de los envites naturales que propició la
necesidad de asentarse y crear un puerto más seguro. Así, esos colonos prodecentes
de Cataluña a la temporada siguiente, dieron origen de una forma permanente a la Real Isla de La Higuerita , renombrada en 1834 por una gracia concedida de
la Reina Regente
María Cristina de Nápoles como Isla Cristina, protegida por un una barra de
arena, en la zona de marismas existente entre Ayamonte y La Redondela , y que además
estaba exenta, en principio, de las administraciones Tributarias. Las
concesiones jurisdiccionales de Carlos III para la creación del Ayuntamiento de
La Real Isla
de la Higuerita
potenciaron el desarrollo de la actividad pesquera en este puerto desde los
primeros años de su formación.
A
finales del siglo XVIII sesenta embarcaciones de jábega, la mayor embarcación
de pesca tradicional de la zona, capturaban la sardina y exportaban en barricas.
Pocos años después las artes de arrastre traídas por pescadores valencianos
arruinaron las actividades más tradicionales, entre ellas las jábegas, aunque
se siguieron usando puntualmente, como el trasmallo, aún en uso. La traíña,
llegada desde Galicia, para la pesca de cerco supondría el empuje hacia una
concepción más empresarial del sector.
Con
la llegada de la industria conservera a mediados del siglo XIX la demanda
aumentó enormemente, ya que el pescado no requería ser consumido de inmediato,
sino que podía ser conservado y almacenado. La liberación de la sal como
monopolio del Estado provocó el cambio definitivo del ámbito conservero; en
treinta años se había triplicado las capturas.
La
tarrafa, arte de cerco dedicado a la captura de la sardina adaptada
perfectamente a las nuevas embarcaciones de mayores dimensiones y mejor
maniobrabilidad, permitió realizar capturas en aguas más profundas y superar
las restricciones que Portugal imponía en sus aguas jurisdiccionales sin
infringir el tratado de 1883, pescando en sus propias aguas sin navegarlas. Así
comenzó la pesca intensiva que desencadenaría un conflicto de intereses con
Portugal que no se superaría hasta bien entrado en vigor el marco europeo de
pesca.
La almadraba de atún y sus conservas llevan al sector a su esplendor en 1920 produciendo, sólo de esta especie, varios miles de kilos diarios y recibiendo un contingente importante de mano de obra llegada del vecino Portugal. En ese momento el puerto de Isla Cristina aglutina una población estable de 10.000 habitantes.
La
empresa de las almadrabas comenzó a superar su influencia local y regional,
hasta que la mayor parte de las almadrabas del golfo y varias marroquíes
pasaron a manos de industriales isleños.
Tras
la Guerra Civil
y como consecuencia de la decadencia del sector atunero, y por tanto la
almadraba, los armadores miraron más allá de las costas del golfo. Isla
Cristina construyó la flota denominada “de Agadir”, cuyo fin era precisamente
faenar en las aguas de ese caladero africano. Desde entonces la pesca de altura
se convirtió en parte importante, desarrollándose la actividad en caladeros de
Mauritania o Senegal. Esta necesidad de pescar a miles de kilómetros puso fin a
la mayor parte de la actividad tradicional de Isla Cristina, que fue recuperándose
paulatinamente de una forma artesanal. En sus instalaciones portuarias se descargan
anualmente unos 18 millones de kilos de pescado y marisco, que generan unas
ventas superiores a los 20 millones de euros.
Actualmente
Isla Cristina cuenta con 21.903 habitantes y la actividad más importante es la
pesca de ahí que se haya convertido en el puerto pesquero más importante en capturas
de pescado fresco, basando su economía principalmente en la pesca, la industria
conservera, el turismo y la agricultura.
257
años después de aquel fatídico pero fructífero 1 de Noviembre de 1755, Isla Cristina es una realidad social, cultural
y económica a pesar de los duros momentos de crisis por los que atravesamos y
padeciendo una de las peores crisis de de su corta historia. La pesca, pilar fundamental de su existencia
no puede ser el único exponente de riqueza para la localidad en los tiempos que
corren, habrá que compatibilizar y explotar las bondades de su clima y su
entorno. Isla Cristina es un paraíso con un potencial para poner en valor en el
siglo XXI y que sirva de referente y de riqueza para la zona.
Durante
dos siglos y medio la población ha ido aumentando hasta convertirse el segundo
pueblo más grande de la provincia de Huelva solo superado por Lepe quién
durante gran parte del siglo XX estuvo por detrás, síntoma de que Isla Cristina
ha sido y es un pueblo próspero y generador de riqueza que acoge a nativos y foráneos.
Hoy
padecemos una crisis económica importante, nunca antes conocida y que abarca a todos los sectores, con un futuro incierto que se acentúa por una
mala gestión municipal durante años que ha abocado al consistorio Isleño a una
situación de ruina técnica.
Desde
el Partido Popular creemos en Isla Cristina y estamos convencidos que el carácter
emprendedor del isleño que ha sabido sacar de la nada a golpes de mar a un
pueblo tiene que volver a resurgir.
Estamos convencidos que entre todos tenemos que poner los medios para
garantizar que Isla Cristina sea ese
paraíso donde queremos seguir viviendo, un pueblo prospero, hospitalario,
limpio, acogedor, seguro y generador de empleo y riqueza. En ello estamos y con el apoyo de todos lo
vamos a conseguir.
Comencemos
a reconstruir nuestra ciudad como lo hizo Lisboa tras su sangriento día de
Todos los Santos de 1755, convirtiendo la
tragedia en motor de progreso a las órdenes del sentido común, basándonos en un plan de
reconstrucción apoyado en la austeridad, la sobriedad, el control del gasto, la inversión rentable, y la resistencia a los seísmos
del despilfarro y la mala gestión. Como
bien dijo el Marqués de Pombal cuando le preguntaron qué hacer, el respondió :
“Cuidad de los vivos y enterrad a los
muertos”.
¡Felicidades
Isla Cristina en el día de “Tosantos”
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