1 nov 2012

1 DE NOVIEMBRE, DÍA DE TOSANTOS E ISLA CRISTINA

El día 1 de Noviembre, festividad de Todos los Santos de 1755, la tierra tembló produciéndose el tristemente célebre Terremoto de Lisboa.

Este violento seísmo tuvo su epicentro en la falla Azores-Gibraltar, a 37º de latitud Norte y 10º de longitud Oeste. Afectó intensamente a Portugal y al sur de España. Alcanzó una intensidad máxima de X y sus efectos resultaron desastrosos ya que, aparte del terremoto en sí, que destruyó la mayoría de los edificios lisboetas, se produjo como consecuencia un devastador incendio que arrasó la capital portuguesa y un maremoto que azotó las costas atlánticas de toda la Península.

Hacia las 9 horas y 20 minutos de aquella mañana, el suelo tembló durante seis minutos y volvió a temblar dos veces más hasta un total de 17; la tierra se abrió en zanjas enormes; las velas produjeron incendios por toda la ciudad; los supervivientes bajaron hacia la Baixa, junto al Tajo, buscando refugio en los barcos. Un par de horas después, un maremoto con olas de entre 6 y 20 metros dejó a la vista el lecho del río e inundó la parte baja de la ciudad matando a muchos de los que se habían salvado.

Fredric Christian Sternleuw, un marino sueco, definió aquello como "...el acontecimiento más trágico que hayan contemplado ojos humanos...". Lo explicó así: "...Unas horas antes de que la tierra se abriera, comenzó el mar a crecer con rapidez increíble. La mayor parte de los barcos se desprendió de las anclas y quedó a la deriva. Finalmente, el mar subió de tal modo que muchos barcos fueron arrastrados hasta tierra...".

El maremoto posterior destruyó numerosas poblaciones del Algarve y afectó gravemente a las costas de Marruecos, Huelva y Cádiz. Sólo en Ayamonte murieron 1.000 personas; en Cádiz el mar rompió las murallas, invadió la población tres veces y ocasionó numerosas víctimas. Conil fue destruida, Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera sufrieron víctimas y desperfectos.

Este fatídico y desastroso terremoto-maremoto dio origen a la fundación de la Real Isla de La Higuerita hoy Isla Cristina.  

A principios de siglo XVIII la barra de arena de “la Tuta”, era apta para atraque y desembarco de mercancías, sardina y el atún principalmente por ello la  llegada de pescadores temporeros desde Levante español, que se fueron estableciendo en la zona en forma de colonias de actividad estival agrupadas por sus lugares de origen. El terremoto de Lisboa de 1755, que afecto notablemente a la zona, fue el detonante para definir un punto convenientemente protegido de los envites naturales que propició la necesidad de asentarse y crear un puerto más seguro. Así, esos colonos prodecentes de Cataluña  a la temporada siguiente,  dieron origen de una forma permanente a la Real Isla de La Higuerita,  renombrada en 1834 por una gracia concedida de la Reina Regente María Cristina de Nápoles como Isla Cristina, protegida por un una barra de arena, en la zona de marismas existente entre Ayamonte y La Redondela, y que además estaba exenta, en principio, de las administraciones Tributarias. Las concesiones jurisdiccionales de Carlos III para la creación del Ayuntamiento de La Real Isla de la Higuerita potenciaron el desarrollo de la actividad pesquera en este puerto desde los primeros años de su formación.

A finales del siglo XVIII sesenta embarcaciones de jábega, la mayor embarcación de pesca tradicional de la zona, capturaban la sardina y exportaban en barricas. Pocos años después las artes de arrastre traídas por pescadores valencianos arruinaron las actividades más tradicionales, entre ellas las jábegas, aunque se siguieron usando puntualmente, como el trasmallo, aún en uso. La traíña, llegada desde Galicia, para la pesca de cerco supondría el empuje hacia una concepción más empresarial del sector.

Con la llegada de la industria conservera a mediados del siglo XIX la demanda aumentó enormemente, ya que el pescado no requería ser consumido de inmediato, sino que podía ser conservado y almacenado. La liberación de la sal como monopolio del Estado provocó el cambio definitivo del ámbito conservero; en treinta años se había triplicado las capturas.

La tarrafa, arte de cerco dedicado a la captura de la sardina adaptada perfectamente a las nuevas embarcaciones de mayores dimensiones y mejor maniobrabilidad, permitió realizar capturas en aguas más profundas y superar las restricciones que Portugal imponía en sus aguas jurisdiccionales sin infringir el tratado de 1883, pescando en sus propias aguas sin navegarlas. Así comenzó la pesca intensiva que desencadenaría un conflicto de intereses con Portugal que no se superaría hasta bien entrado en vigor el marco europeo de pesca.

 La almadraba de atún y sus conservas llevan al sector a su esplendor en 1920 produciendo, sólo de esta especie, varios miles de kilos diarios y recibiendo un contingente importante de mano de obra llegada del vecino Portugal.  En ese momento el puerto de Isla Cristina aglutina una población estable de 10.000 habitantes.
La empresa de las almadrabas comenzó a superar su influencia local y regional, hasta que la mayor parte de las almadrabas del golfo y varias marroquíes pasaron a manos de industriales isleños.

Tras la Guerra Civil y como consecuencia de la decadencia del sector atunero, y por tanto la almadraba, los armadores miraron más allá de las costas del golfo. Isla Cristina construyó la flota denominada “de Agadir”, cuyo fin era precisamente faenar en las aguas de ese caladero africano. Desde entonces la pesca de altura se convirtió en parte importante, desarrollándose la actividad en caladeros de Mauritania o Senegal. Esta necesidad de pescar a miles de kilómetros puso fin a la mayor parte de la actividad tradicional de Isla Cristina, que fue recuperándose paulatinamente de una forma artesanal. En sus instalaciones portuarias se descargan anualmente unos 18 millones de kilos de pescado y  marisco, que generan unas ventas superiores a los 20 millones de euros.

Actualmente Isla Cristina cuenta con 21.903 habitantes y la actividad más importante es la pesca de ahí que se haya convertido en el puerto pesquero más importante en capturas de pescado fresco, basando su economía principalmente en la pesca, la industria conservera, el turismo y la agricultura.

257 años después de aquel fatídico pero fructífero 1 de Noviembre de 1755,  Isla Cristina es una realidad social, cultural y económica a pesar de los duros momentos de crisis por los que atravesamos y padeciendo una de las peores crisis de de su corta historia.  La pesca,  pilar fundamental de su existencia no puede ser el único exponente de riqueza para la localidad en los tiempos que corren, habrá que compatibilizar y explotar las bondades de su clima y su entorno. Isla Cristina es un paraíso con un potencial para poner en valor en el siglo XXI y que sirva de referente y de riqueza para la zona.

Durante dos siglos y medio la población ha ido aumentando hasta convertirse el segundo pueblo más grande de la provincia de Huelva solo superado por Lepe quién durante gran parte del siglo XX estuvo por detrás, síntoma de que Isla Cristina ha sido y es un pueblo próspero y generador de riqueza que acoge a nativos y foráneos. 
Hoy padecemos una crisis económica importante, nunca antes conocida y  que abarca a todos los sectores,  con un futuro incierto que se acentúa por una mala gestión municipal durante años que ha abocado al consistorio Isleño a una situación de ruina técnica.  

Desde el Partido Popular creemos en Isla Cristina y estamos convencidos que el carácter emprendedor del isleño que ha sabido sacar de la nada a golpes de mar a un pueblo  tiene que volver a resurgir. Estamos convencidos que entre todos tenemos que poner los medios para garantizar que Isla Cristina sea  ese paraíso donde queremos seguir viviendo, un pueblo prospero, hospitalario, limpio, acogedor, seguro y generador de empleo y riqueza.  En ello estamos y con el apoyo de todos lo vamos a conseguir.

Comencemos a reconstruir nuestra ciudad como lo hizo Lisboa tras su sangriento día de Todos los Santos de 1755,  convirtiendo la tragedia en motor de progreso a las órdenes  del sentido común, basándonos en un plan de reconstrucción apoyado en la austeridad, la sobriedad, el control del gasto, la inversión rentable,  y la resistencia a los seísmos del despilfarro y la mala gestión.  Como bien dijo el Marqués de Pombal cuando le preguntaron qué hacer, el respondió : “Cuidad de los vivos y enterrad a los muertos”.


¡Felicidades Isla Cristina en el día de “Tosantos”

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